Qué lejano nos queda aquel 12 de octubre en el que un desafortunado paracaidista se estampó contra aquel antiespañol mobiliario urbano. Qué preocupaciones tan simples parecíamos tener en esa época.
Hoy, en plena pandemia, nos hemos vuelto a pegar el hostión, pero contra la segunda ola del coronavirus. Ensartados en ese centralismo del "Madrid es España, España es Madrid, somos especiales pero iguales pero especiales pero yo que sé ya" y con esos salvapatrias fascistas enfrascados en el golpe de estado viral y el "primer aviso". Da miedo pensar en qué pasará después (si es que tenemos un después en el que el único y principal tema no sea esta enfermedad), cuando ya no haya monotema. Cuando lo prioritario para el grueso de la población no sea sobrevivir, mental y económicamente, a esto. Cuando la gente se centre en lo demás. ¿Viviremos un auge de la extrema derecha, por el desplome económico? ¿acabaremos gobernados por cosplayers de Franco? Esperemos que no. Pero está claro que la pandemia y sus consecuencias económicas son un excelente caldo de cultivo para aprovechar los miedos de la gente.
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